Dirección Escénica, Intolerante a la lactosa, Ecuador, 2015
Los laboratorios son contextos de creación artística donde se busca al gesto un instante antes de fracasar. Por lo tanto, es un gesto inesperado y evasivo. Estamos en el umbral donde percibimos algo que deviene en gesto, puede o no tener sentido o intencionalidad, pero siempre tiene orientación: gravedad, tiempo, espacio y forma. Construimos el tiempo con secuencia de instantes, gestos. Y también accedemos a la reversibilidad como una manera de ir hacia atrás y jugarle al tiempo y su destino. Nuestra atención teje tensiones en el tiempo. Y ese tiempo en tensión constituyen la obra artística. Los procedimientos instauran el espacio, y se afincan en la forma y la gravedad. Nuestra atención permite navegar por estos instantes. Nuestra atención, hecha de hábitos y en busca de diferencias, es dinámica. Y es esta cualidad de atención que el Método Feldenkrais permite investigar.
El instante constituye un tiempo que fue. Por lo tanto, al atravesarlo despacio y sin prisa, el instante puede ser capturado a través de una sensación, una imagen, un espacio. La lentitud transforma al movimiento en un mapa de detalles al que puedo recurrir. Al movimiento lo estudiamos a partir de la mirada del Método Feldenkrais, es decir, el movimiento es una forma recursiva que contiene todas las orientaciones posibles dentro de un espacio.
¿Cómo surge el movimiento? La respuesta es simple: reconstruimos. Deconstruimos y reconstruimos movimientos. Buscamos la milésima parte de un movimiento donde podemos reconocer su potencia. Exploramos la iniciación del movimiento, para ampliar sus detalles como con una lupa. El detalle mínimo, pequeño y concreto es nuestro punto cardinal a partir del cual nuestro movimiento se posiciona. Indagamos en el espacio, el tiempo, la gravedad y la forma: el laboratorio comienza.